La Linterna – El País de los Espejismos

Por: Monseñor Julio Parrilla

«Todo lo que era sólido» es un libro de Antonio Muñoz Molina, en el que, con agudeza, disecciona la llamada «cultura del pelotazo», un espanto vivido en España a caballo de la transición democrática. Con ella se quería reflejar la enorme codicia y amor al dinero fácil, al enriquecimiento no siempre lícito, a la fortuna hecha de un golpe, fruto de la suerte, de la especulación o de la prebenda. La antesala de una crisis financiera pero, sobre todo, moral que dejó fortunas y conciencias con el trasero al aire.

Viendo el «milagro ecuatoriano», así como el aumento del poder adquisitivo de muchos ecuatorianos, adoradores del becerro de oro, siempre dispuestos a comprar y a vender, me he preguntado dónde está el alma de esta revolución que, quizá sin quererlo, ha hecho del consumo la expresión más elocuente el «buen vivir».

Cuando las revoluciones se hacen en la epidermis acaban siendo socias del maquillaje. El dinero fácil, la corrupción social y política, convierte a un pueblo en el país de los espejismos. ¿Quién puede negar la inversión pública realizada? Nadie que sea sensato y objetivo. Pero no es suficiente. Quisiera gritárselo a cuantos se desubican ante la seducción de la plata y del poder: si no llegamos al corazón humano, si no construimos seres humanos mejores, más honestos, solidarios y comprometidos con el bien común, no hay revolución que valga. ¡Es imposible hacer una revolución ciudadana sin ciudadanos! A la sombra del becerro de oro prosperan los nuevos ricos. Hablan de los pobres pero viven lejos de ellos; fustigan a los viejos ricos, pero se mueren de envidia y acaban imitándolos, perdidos en la selva del consumo. A una cultura así se corresponde sin remedio una conciencia delirante. Y es que la arbitrariedad del poder o de la plata siempre abren las puertas a la corrupción de la conciencia. Cada uno de nosotros tiene que saber a quién ama y, sobre todo, a quién adora.

Posiblemente, alguno que otro se sonría, entre pragmático y escéptico. Pero yo creo, con esa humilde seguridad que la fe cristiana me concede, que el auténtico desarrollo tiene que ser integral y que la espiritualidad no puede quedarse fuera, al margen de la vida y del esfuerzo por ser personas. Cuando a las revoluciones les falta el alma, acaban convirtiendo sus sueños en pesadillas: es triste constatar que hoy, para la mayoría de los ciudadanos, la felicidad consiste en salir de compras… Con una mentalidad así, acabaremos considerando al ser humano como un bien de consumo.

La cultura del «buen vivir», entendida como bienestar material y poco más, puede anestesiarnos y hacernos ajenos al dolor del hermano. Sus problemas no nos incumben con tal de que tengamos resuelta nuestra vida. La globalización de la indiferencia no puede ocultar la inequidad, la pobreza, la violencia, las contradicciones de un sistema que, metido de lleno en la vorágine del gasto público, sigue promoviendo la modernización de las apariencias.»

La Linterna

Por: Mnsr. Julio Parrilla. Administrador Apostólico de la Diócesis de Loja

«Así son las cosas de la política: el proyecto Yasuní ITT, lo más revolucionario de la revolución ciudadana, se ha ido a pique. Y la discusión sobre una iniciativa que iba a dejar al mundo con la boca abierta se convierte simplemente en un cálculo de cómo explotar el petróleo sin afectar demasiado al medio ambiente. Se trata de una rebaja de planteamientos que decepciona a todos los que amamos la naturaleza y nos sentimos custodios de la Creación. Confiábamos en que, al final, se impondrían los planteamientos ecológicos, éticos y medioambientales proclamados a los cuatro vientos, pero no. Al final, una vez más, triunfan los planteamientos economicistas y los intereses transnacionales.

El discurso de la pobreza (lograr recursos para mejorar el nivel de vida) tiene su peso. Pero dudo que lo vaya a solventar la explotación del Yasuní. En el conjunto del presupuesto general del Estado, 32.000 millones de dólares anuales, me pregunto si las utilidades previstas, 18.000 millones de dólares, distribuidos a lo largo de los años, justifican el deterioro ambiental irreversible al que se somete nuestra tierra y nuestros pueblos. Lo cierto es que, a la luz del Yasuní, quedan en evidencia tantos otros problemas importantes no resueltos, tales como la deforestación, el agua, la intangibilidad de los pueblos no contactados, la ausencia de inversiones no petroleras, el permanente déficit presupuestario, el endeudamiento, etc.

El tema de la pobreza va unido al de la equidad, la educación, el empleo, la acción social de un gobierno que no puede justificar la depredación del territorio y del ecosistema, así como la amenaza a los pueblos no contactados, en función de aumentar los ingresos. Otros medios están a disposición del gobierno, dentro de la amplitud de los presupuestos generales del Estado.

Verdad es la codicia de los estados, y que una cosa es predicar y otra dar trigo. La falta de respuesta internacional es decepcionante, pero igual de decepcionante es la contradecisión del gobierno, suponiendo que el plan B no haya sido desde el principio el plan A. En fin, una pena.»

LA TRISTEZA Y LA FURIA

Había una vez un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente. Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque…. La furia, apurada (como siempre esta la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y mas rápidamente aun, salió del agua. Sigue leyendo

Un bonito cuento

Había una vez, en la antigua China, un extraordinario pintor cuya fama atravesaba todas las fronteras. En las vísperas del año del Gallo, un rico comerciante pensó que le gustaría tener en sus aposentos un cuadro que representase a un gallo, pintado por este fabuloso artista. Así que se trasladó a la aldea donde vivía el pintor y le ofreció una muy generosa suma de dinero por la tarea. El viejo pintor accedió de inmediato, pero puso como única condición que debía volver un año más tarde a buscar su pintura. Sigue leyendo

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Un cálido aroma, como el del buen café. Así están resultando las palabras y los gestos del Papa Francisco, más atento a los signos que a los discursos. La verdad es que cuando lo oigo y lo veo me siento a gusto. Él preconiza una Iglesia más descalza, más austera, en la que nadie muestre hambre de dignidades ni privilegios, más bien servidora y atenta, compañera de caminos, alegrías, dolores y esperanzas.

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XIA WUDONG, EL HIJO DEL PESCADOR

Tiempo atrás había un hombre que había perdido a su esposa hacía mucho tiempo y sólo tenía un hijo llamado Xia Wudong. Padre e hijo eran muy pobres y vivían de la pesca.

Un día que estaban a la orilla del río pescando, apenas extendieron la red atraparon una carpa muy grande. Padre e hijo se pusieron muy contentos, pero por más fuerza que hacían no conseguían levantar la red.
¿Qué hacer? No les quedaba otro remedio que cortar el pez en varios pedazos para sacarlo del agua. Así lo pensó el hombre y le ordenó al joven:
– ¡Xia Wudong, ve a casa a traer el hacha!
El muchacho corrió hasta su casa y buscó por aquí y por allá y por acullá pero no la encontró. Entonces volvió a la orilla del río con las manos vacías.
– Busqué por todos lados pero no la encontré, no sé dónde has puesto ese hacha.
– ¡Niño tonto, ni siquiera eres capaz de encontrar un hacha! – rezongó el padre enojado – ¡Ven! Sostén fuerte esta red, no dejes que la carpa se escape! – Y diciendo esto le pasó al muchacho la red mientras él mismo iba a la casa en busca del hacha. Sigue leyendo

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Por: Mnsr. Julio Parrilla. Administrador Apostólico de la Diócesis de Loja.

En estos días hemos recordado a Mons. Alejandro Labaka y a la Hermana Inés. Los dos murieron lanceados en el corazón de la selva cuando intentaban mediar en el conflicto entre petroleros e indígenas no contactados.

En Roma está abierto el proceso de canonización de Alejandro, mártir de una fe que se hace presente en medio de la historia y que nunca puede ser ajena al dolor de los hombres. El ejemplo de Alejandro y de Inés se añade a toda una estela de hombres y de mujeres que supieron amar el Reino de Dios y su justicia más que la propia vida. Es la fuerza del evangelio encarnado en la realidad de la vida.

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